"Anita,
hace algunos días os escribí, y os comunicaba el lugar donde me hallo.
Si no la has recibido, por la presente verás que estoy en Alemania". Con
estas líneas, escritas el siete de abril de 1941, José Montesinos
contaba a sus parientes de Albacete cuál era su nuevo paradero después
de pasar por Francia al término de la Guerra Civil. José Montesinos,
nacido en 1917, es uno de los albaceteños que estuvieron internados en
los campos de prisioneros durante la Segunda Guerra Mundial, en concreto
uno de los 163 que pasaron por el campo nazi de Mauthausen. José
Montesinos es además uno de los que desgraciadamente no pudo regresar.
Como él, otros 95 albaceteños fallecieron o fueron asesinados en este
campo antes de que pudieran ser liberados por las tropas aliadas. El
testimonio de los últimos meses que vivió José sólo puede seguirse en
las cartas que conserva su familia en Albacete. Su sobrina guarda
algunas de las letras que José puso a sus parientes, primero desde
Francia, donde también estuvo internado en un campo de prisioneros nada
más huir de España, y luego desde Alemania.
La historia de este
albaceteño que se adivina en las cartas puede reconstruirse también
desde el episodio colectivo de los republicanos que cruzaron la
frontera. José Montesinos fue enrolado en el ejército, donde lucho
contra el levantamiento de Franco hasta 1939. Con apenas 20 años, José
Montesinos huía a Francia, una vez que las tropas rebeldes tomaban el
noreste del país.
YA EN FRANCIA. Como tantos y tantos españoles
que cruzaron la frontera desde Cataluña, José Montesinos es internado en
el campo de prisioneros de Barcares, en el mes de febrero. Desde ahí
escribe en agosto de 1939, aunque no es la primera misiva que envía. La
censura hace que no haya ningún comentario sobre cómo están en el campo
francés: «Decís que tenéis ganas de verme, pues a mí me ocurre igual,
son muchas las ganas que tengo, pero hay que tener resignación».
José
Montesinos salió de Barcares el 29 de diciembre de 1939. Él mismo lo
relata en la siguiente carta conservada, fechada en marzo, y enviada
desde París a Albacete, al domicilio de la calle Marzo donde vivía su
hermana. Esa es la carta donde José sí cuenta algún detalle de su paso
por el campo de prisioneros de Barcares, donde había estado 10 meses.
«En aquellos días negros el único rayo de luz, la única esperanza, eran
vuestras cartas, y al leer aquellas líneas tan añoradas no alejábamos
por unos momentos de aquél infierno». José cuenta a su hermana que al
leer las noticias de su casa a través de las cartas «temía desviar la
vista porque la realidad aparecía con toda su negrura».
PRESO DE
NUEVO. En esta carta y en la siguiente, fechada en agosto, José está en
París, en una compañía de trabajadores. Tiene 23 años, y cuenta a su
familia que tiene trabajo, con «el pico y la pala» como herramienta.
Trabaja en los pueblos, y se preocupa por la situación en que están sus
parientes en Albacete. En este punto, las cartas no permiten saber si
José pudo tener relación con actividades de la resistencia en París, o
bien simplemente fue apresado por los alemanes mientras permanecía en el
batallón de trabajadores. El ejército de Hitler entró en París el 14 de
junio, poco más de un mes después de otra carta enviada por José desde
París. El armisticio firmado con los nazis por Francia llegó a finales
de ese mes de junio, y fue entonces cuando se iniciaron las
deportaciones masivas a los campos.
No se sabe si José volvió a
comunicarse con su hermana hasta enero de 1941. Esa es la fecha de la
siguiente carta que se conserva, fechada 11 de enero, y ya enviada desde
el Stalag XI-A, el campo de prisioneros nazi de la localidad de
Altengrabow, donde José entró con el número de prisionero 4.883. Las
cartas llegan a Albacete con los sellos del régimen nazi, con la
impronta de la censura, y en el folio puede leerse, en alemán y francés,
la leyenda Papel reservado a los prisioneros de guerra, no escribir
sobre las líneas, a lápiz y legible.
En la carta siguiente,
fechada el 9 de febrero de 1941, José declara que está en Alemania:
«hace unos días os escribí y os comunicaba el lugar donde me hallo, si
no la has recibido por la presente verás que estoy en Alemania, y estoy
muy bien». Los prisioneros no podían relatar nada que revelara detalles
de los campos, y ese silencio también se incluye en esta otra serie de
cartas. Después de esta carta de febrero, lo que su familia supo de José
llegó en otras dos cartas, las dos de abril, los días 7 y 20. José
Montesinos estaba en el Stalag XI-A todavía, pero sí se adivina que el
panorama dentro del campo de prisioneros no invitaba a la esperanza:
«Paciencia, resignémonos, ya vendrán tiempos mejores. Con lo que
respecta a lo que pueda tardar en escribir, si tardo no sufrir, puesto
que en estas circunstancias no se puede escribir cuando uno quiere». La
última carta de José conservada, escrita seis días antes de ingresar en
Mauthausen, es todavía más escueta. Finaliza con su despedida clásica,
«besos y abrazos de Pepe».
SIN NOTICIAS. A partir de aquí, nada
se sabe de su destino. Los archivos dicen que José Montesinos entró en
Mauthausen el día 26 de abril de 1941. Poco después, el 30 de junio, fue
derivado al subcampo vecino de Gusen. Ese campo fue donde murió, el 23
de febrero del año siguiente, 1942, pero no se sabe en qué
circunstancias. En 1957, desde Francia, se notificó a su hermana la
existencia de indemnizaciones para los fallecidos «a consecuencia de los
malos tratos recibidos» en los campos de concentración. Josefa, hija de
Anita, la hermana de José, no puede responder a cuál fue el final de su
tío ese día de febrero de 1942: «Mi madre sabía muy poco de lo que a él
le pasó. Se fue en la guerra y no volvió. Estas cartas quedaron porque
estaban en su casa. Fotografías y otras cosas de él se las echamos a mi
madre en la caja cuando murió, en 2007». De José no queda nada más. Su
historia, como la de muchos españoles que pasaron por el horror nazi,
tiene un final precipitado, con apenas 30 años, y a miles de kilómetros
de casa.
*(Publicado en La Tribuna de Albacete el 31 de mayo de 2010)